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Utopías: ¿Son o fueron?

El hombre: La sustancia de los acontecimientos


Ralph Waldo Emerson, escritor y filósofo estadounidense, figura central del pensamiento “trascendentalista norteamericano” y poeta indiscutido, quien además inspiró a Walt Whitman a escribir sus versos de multitudes, afirma: “Un hombre está hecho de la misma sustancia que los acontecimientos. Todo lo que acontece le acontece a él primero, de modo que él es igual a todo lo que acontezca”. Si bien no es sorpresa que el pensamiento de Emerson esté ligado al panteísmo, esta afirmación invita a pensar en la identidad fundamental entre el ser humano y los acontecimientos que lo rodean, desafiando la noción de una división absoluta entre el sujeto y su experiencia.



I

Emerson sugiere que hay una sustancia común, un tejido invisible que conecta al individuo con los eventos que le ocurren. Esta idea puede ser entendida desde varias perspectivas filosóficas, entre ellas, la idea aristotélica que postula que somos “la misma sustancia con diferentes accidentes”. Si bien hay una gran similitud en el sujeto de la frase, “la sustancia”, Emerson centra su idea en los acontecimientos externos, en los que el hombre no tiene incidencia. En cambio, Aristóteles insinúa que todas las facetas que puede tener un hombre son producto de lo mismo, solo que con diferentes “accidentes”.

Emerson afirma que el ser humano y el devenir (los acontecimientos) no son esencialmente distintos, sino manifestaciones de una misma esencia. Desde este enfoque, se podría argumentar que el individuo no es un mero espectador de su vida, sino que participa activamente en el flujo del ser. Esta participación activa implica una relación íntima con todo lo que acontece. Lo que sucede en el mundo exterior reverbera en el interior del ser humano, y viceversa. Por lo tanto, las experiencias no se limitan a ser elementos externos que afectan al sujeto desde una distancia segura; son, más bien, manifestaciones de la misma sustancia que lo constituye.

Cuando Emerson dice: “Todo lo que acontece le acontece a él primero”, sugiere también una dimensión profunda de la percepción y la conciencia. Podría estar refiriéndose aquí a una interpretación radical de la idea de que el mundo y el yo están entrelazados. En este sentido, el mundo no es un escenario independiente donde los eventos ocurren al margen de quien los vive, sino un reflejo directo del estado interior de ese individuo. Los acontecimientos, entonces, no son sino reflejos de la conciencia, “acontecimientos internos” que se expresan en el ámbito externo.

Esta interpretación nos lleva a pensar en la importancia de la autoconciencia y la percepción. Si el mundo y el yo son, en última instancia, lo mismo, la forma en que percibimos los acontecimientos se convierte en una extensión de nosotros mismos. Los acontecimientos no solo “le suceden” al individuo; ellos son, en cierto sentido, manifestaciones de su propio ser.

II

Emerson afirma que “él es igual a todo lo que acontezca”, y propone una igualdad indiscutible entre el ser humano y el devenir de la realidad. Esto puede interpretarse en un sentido panteísta, donde el hombre y el universo no son diferentes en esencia. De esta manera, cualquier evento que ocurre en el mundo es, en realidad, una manifestación de ese mismo principio universal que también constituye al individuo; la separación entre el sujeto y el objeto, entre el yo y el mundo, queda anulada.

De esta manera, Emerson entiende la vida humana no como una serie de experiencias separadas que le ocurren a un “yo” aislado, sino como un flujo continuo donde el individuo y su entorno están en constante co-creación. La identidad entre el hombre y los acontecimientos abre la puerta a una ética de la integración y la totalidad. Si somos iguales a todo lo que acontece, entonces hay una interdependencia fundamental entre nuestras acciones y el universo en el que se desenvuelven.

III

El universo, en este sentido, trasciende la mera objetividad para fundirse con la subjetividad humana, configurándose no como una entidad separada y distante, sino como una manifestación intrínseca de nuestra propia esencia. Esta perspectiva ontológica demanda una existencia imbuida de una aguda conciencia sobre los lazos invisibles, pero poderosos, que entrelazan al individuo con la totalidad cósmica. Adoptar esta visión implica abrazar una ética renovada, cimentada en la responsabilidad activa y una profunda compasión que se extienda a cada rincón de la existencia. Cada acontecimiento, lejos de ser un mero suceso externo, resuena en nuestro interior, afectándonos de manera directa e ineludible, ya que formamos parte indivisible de este entramado universal. Esta comprensión de la interconexión radical nos impulsa a actuar con discernimiento y empatía, reconociendo que el bienestar del todo está intrínsecamente ligado al bienestar de cada una de sus partes, incluyendo la nuestra.

La frase de Emerson, entonces, no solo es una reflexión sobre el ser y el devenir, sino una llamada a vivir en armonía con la totalidad de la experiencia. Vivir de acuerdo con esta visión significa reconocer nuestra identidad compartida con todo lo que acontece y asumir la responsabilidad de esa unidad en cada acto y pensamiento.

Manuscrito de Emerson 1855

El Pasado -Ralph Waldo Emerson-


La deuda está saldada,

El veredicto dicho,

Las furias aplacadas,

La peste está detenida.

Los destinos hechos;

Gira la llave y traba la puerta,

Dulce es la muerte para siempre.

Ni elevadas esperanzas, ni antiguos disgustos,

Ni odios mortales, pueden entrar.

Todo está ahora seguro e inalterable;

Ni los dioses pueden sacudir el Pasado;

Moscas – a la puerta adamantina

Clausurada para siempre.

Nadie puede volver allí,-

Ni un ladrón muy atildado,

Ni Satán con un truco espléndido

Puede filtrarse por la ventana, fisura o agujero,

Para anudar o desatar, agregar lo que faltaba,

Insertar una página, fraguar un nombre,

Mejorar o terminar lo que está cerrado,

Alterar o enmendar un hecho eterno.




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