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Bertolt Brecht, 1898–1956 |
Su presencia es sutil, pero persistente. A veces, es solo una frase suya que resuena en mi cabeza; otras, es la imagen de su rostro, con esa mirada penetrante, detrás de sus lentes, que parece desafiar al mundo. Y en ocasiones, es como si su espíritu mismo me acompañara, susurrándome ideas, provocándome a cuestionar, a buscar nuevas formas de reflexión.
No sé por qué Brecht ha decidido perseguirme de esta manera. Tal vez sea porque estoy en un momento de mi vida en el que necesito su fantasma, su inspiración. O quizás sea simplemente porque el “espacio/tiempo” tiene un sentido del humor peculiar y ha decidido que necesito una dosis de Brecht en mi vida.
Sea cual sea la razón, estoy agradecido por su presencia. Brecht me desafía a pensar de manera crítica, a releer su obra, a cuestionar el status quo, a buscar la verdad en un mundo lleno de mentiras. Me recuerda que el arte no es solo una forma de entretenimiento, sino también un arma poderosa para el cambio social.
Y lo más importante, me inspira a seguir creando, a seguir buscando mi propia voz en el mundo. Aunque no sé cuánto tiempo más continuará esta persecución, estoy decidido a aprovecharla al máximo. No todos los días se tiene la oportunidad de ser perseguido por el fantasma de Bertolt Brecht.
Epitafio
Escapé de los tigres
alimenté a las chinches
comido vivo fui
por las mediocridades.
El Extrañamiento en la Teoría Teatral de Bertolt Brecht
La teoría del extrañamiento, o "Verfremdungseffekt", es uno de los conceptos fundamentales en la obra de Bertolt Brecht. Desarrollada en el siglo XX como parte de su propuesta del teatro épico, esta técnica busca romper la identificación emocional del espectador con la obra para promover una actitud crítica y reflexiva. En lugar de sumergirse pasivamente en la trama y los personajes, el público debe mantenerse consciente de que está presenciando una representación teatral y, en consecuencia, analizar su contenido de manera racional.
Brecht formuló su teoría del extrañamiento como una respuesta al teatro aristotélico, que se basa en la catarsis emocional del público a través de la empatía con los personajes. En contraste, Brecht aspiraba a un teatro que despertara la conciencia social y política de los espectadores, alejándolos de la ilusión escénica y promoviendo el pensamiento crítico.
Para ello, recurrió a diversas técnicas que impedían la identificación total con la obra, como la narración interrumpida, el uso de carteles explicativos, la fragmentación de la historia y la interpretación distanciada de los actores, quienes debían evitar la psicologización excesiva de sus personajes y, en cambio, presentar sus acciones como si fueran objetos de análisis.
El extrañamiento también se expresa en la escenografía y el vestuario, que en lugar de recrear ambientes realistas, suelen ser minimalistas y simbólicos. Este enfoque refuerza la idea de que lo que se presenta en escena es una construcción artificial que debe ser analizada y cuestionada, no simplemente consumida.
En la actualidad, la técnica brechtiana sigue vigente en la dramaturgia política y experimental, donde la interacción entre el arte y la crítica social continúa siendo un objetivo central. En una era dominada por la saturación mediática y la espectacularización de la realidad, el extrañamiento sigue ofreciendo una herramienta poderosa para resistir la alienación y fomentar el pensamiento.
La quema de libros
Cuando el régimen ordenó quemar públicamente
Libros con saber perjudicial y por todas partes
Hubo bueyes forzados a arrastrar hasta las hogueras
Carros con libros, un poeta expulsado
Uno de los mejores, estudiando con indignación
La lista de los que ardieron, descubrió que sus libros
Habían sido olvidados. Se apresuró hasta el escritorio
Lleno de ira, y escribió una carta a los poderosos.
¡Quémame!, escribió con pluma voladora, ¡quémame!
¡No me hagas esto! ¡No me dejes de lado! ¿No he informado
Siempre de la verdad en mis libros? Y ahora
¡Me tratas como a un mentiroso! Se los ordeno:
¡Quémame!
El fantasma de Bertolt
Hoy, en el 2025, el espectro de Brecht persiste, no como una sombra del pasado, sino como una luz que ilumina la conciencia. Su teatro, un espejo crítico, refleja las contradicciones de una sociedad que aún lucha por conciliar la verdad y el poder. Brecht nos recuerda que el arte no es un mero escape, sino una herramienta de transformación, un arma forjada en el fuego de la razón y la pasión. Su voz, aunque lejana, sigue resonando en aquellos que buscan un mundo más justo y equitativo.
El fantasma de Brecht sigue vivo; su mensaje es eterno, porque la lucha por la emancipación humana nunca termina. Cada paso que damos es a un nuevo suburbio, y, en palabras de Brecht: “Las revoluciones se producen en los callejones sin salida”.
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