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Utopías: ¿Son o fueron?

La metáfora de la metáfora

La metáfora de la metáfora



“La metáfora es la savia del lenguaje;
 si se estanca, el lenguaje se marchita.”
 — Octavio Paz











Nada más deceptivo que escuchar una canción por primera vez y predecir las palabras de la estrofa que viene. Nada más enojoso que adivinar la rima del próximo verso del poema que estamos leyendo. Así, tras este derrotero descubrimos que al “haber” literario y espiritual del mundo “artístico” se le agotaron las metáforas…


La metáfora desde su “arché”


El término “metáfora” proviene del griego metaphorá, que significa “traslado” o “transporte”. Se compone de meta (más allá) y pherein (llevar). Este concepto ya nos ofrece una primera pista sobre su esencia: la metáfora no es otra cosa que el traslado de un significado de un dominio a otro, estableciendo relaciones inéditas entre realidades aparentemente inconexas. Aristóteles, en la “Poética”, subrayó su importancia al considerar que la metáfora es signo de genialidad, pues implica la capacidad de ver similitudes donde otros solo ven diferencias.


En la literatura y en las artes en general, la metáfora es un vehículo esencial para la expresión de lo inefable. Desde Homero hasta Borges, los grandes escritores han sabido emplearla para capturar lo inasible del mundo. La metáfora no solo embellece el lenguaje, sino que también amplía su poder de significación, permitiendo la creación de imágenes que resuenan en la imaginación del lector. La poesía, en particular, encuentra en la metáfora su piedra angular, pues le permite trascender lo puramente descriptivo y alcanzar una dimensión simbólica y profunda. 


¿La metáfora perfecta?


No sabemos a ciencia cierta cuando fue la primera vez que se usó la palabra “Corazón” para referirse al amor. Pero sí sabemos que, en la actualidad, nos ha ganado todas las asociaciones románticas posibles. La iconografía del amor, el cariño y la ternura es el ejemplo más claro para graficar este dicho.  Sabemos con detalles que el corazón es un músculo y que su función es encargarse de que nuestra sangre llegue a todas las partes del cuerpo. De allí a las asociaciones románticas no hay explicación posible que no sea por medio de un “razonamiento poético”.


La metáfora del corazón y el amor es tan efectiva que se ha convertido en un lugar común en el lenguaje y la cultura. Se utiliza en poesía, canciones, literatura y expresiones cotidianas. La imagen del corazón traspasado por una flecha, por ejemplo, representa el dolor del amor no correspondido, mientras que un corazón roto simboliza la angustia de una relación fallida.

El corazón y su metáfora del amor demuestra el poder del lenguaje figurado para moldear nuestra comprensión del mundo y nuestras emociones. Al establecer conexiones entre lo físico y lo abstracto, el razonamiento poético nos permite expresar ideas complejas y sentimientos profundos de una manera concisa y evocadora. Entendemos que esta es lo máximo que puede llegar una metáfora, nadie tiene que explicar nada, solo basta dibujar, nombrar, o señalarse el pecho para que todos sepamos de qué hablamos. 

¡Guala! La metáfora perfecta está entre nosotros…




La metáfora de la metáfora

En su libro “Historia de la eternidad”, Jorge Luis Borges cuenta cómo los países nórdicos (actuales Noruega e Islandia) fueron creadores de “Las Kenningar”, que consistía en nombrar la cosa por una palabra que la caracteriza debido a una anécdota, reemplazando la parte de la cosa por el todo (lo que conocemos en retórica como “sinécdoque”) o bien simplemente haciendo la asociación por contigüidad. También cuenta cómo, al gastarse estas palabras, implementaban otras para aludir a ellas, lo que podemos llamar “la metáfora de la metáfora”. De esta manera, para decir corazón decían “manzana del pecho” y esta, a su vez, la llamaban “dura bellota del pensamiento”.

Evaluando lo mencionado y ante un “sin sentido” de palabras gastadas que utilizamos actualmente, creo que estamos en condiciones de decir que ha llegado la hora de LA METÁFORA DE LA METÁFORA porque, a pesar de su riqueza, las metáforas pueden desgastarse con el tiempo. Muchas expresiones que en su origen fueron innovadoras, al repetirse excesivamente, pierden su potencia y se convierten en lugares comunes. Por ello, es fundamental la constante renovación del lenguaje metafórico. La creatividad en la construcción de nuevas metáforas es una tarea indispensable para los poetas y pensadores, pues de ello depende nuestra capacidad de percibir el mundo con frescura.

Vivimos en una era donde la sobreexposición a los medios de comunicación y la inmediatez del lenguaje han llevado a una proliferación de metáforas vacías, muchas veces utilizadas con fines comerciales o políticos. Recuperar la fuerza original de la metáfora implica un ejercicio de rigor y exploración lingüística, una búsqueda constante de nuevas asociaciones que iluminen la realidad de manera inédita.


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